Un cigarro, un cenicero y el silencio perenne
de una noche de magia de una inmensa selene.
Colgados los cuadros, poemas y certificados
que me acreditan como sabio de una realidad insana.
La ceniza cae en el cristal tallado, sobre la mesa postrado
y el fuego que se desgarra al caer de mi cigarro
me invita, de nuevo, a viajes no planeados
donde lo etereo de mi ser, no se sienta doblegado.
Y el brillo sin igual de una Luna enchida de amor
que me recuerda que las cenizas y el fuego
siempre... siempre describiran quien soy...
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