sábado, marzo 06, 2010

Y LAS SOMBRAS LO CUBRIERON TODO

Y LAS SOMBRAS LO CUBRIERON TODO

Capitulo Primero.
Lo sombrío, el espejo.
Porque solo en las penumbras más inhóspitas
somos capaces de vernos sin máscaras,
la oscuridad revela nuestro lado más natural.
Miguel Reyes (Marzo, 2010)


La noche era más espesa de lo que se acostumbra en estos días de noviembre. El sueño se convirtió en el factor predominante. Me disponía a dormir plácidamente cuando empezó a disminuir el flujo de energía eléctrica. Mi televisor peleaba por mantenerse encendido, pero sucumbió ante la falta de corriente. No le temo a la oscuridad, así que decidí permanecer acostado en mi cama, disfrutando de divagar en lo profundo de mis pensamientos. De pronto, casi sin darme cuenta mis ojos se acostumbraron a la penumbra y mi cuerpo se zambulló en el mar de mis pensamientos, me sentí flotando en la oscuridad. Así que decidí recobrar el sentido.

Me levanté y baje por las escaleras, enfilándome a la cocina en busca de un vaso con agua. Me lo serví y permanecí parado junto al refrigerador bebiendo. Mi perra se asomo por la ventana y sacó la lengua, la mire y le hablé: -¡Kenia! Ve a dormir, no pasa nada solo se fue la luz. Me acerque a ella, le acaricié la nariz y coloque el vaso en el fregadero. Abrí la llave del agua y me lave las manos. Regresaba a mi cuarto cuando, de súbito, una corriente de aire cruzo la cocina, el comedor y la sala, y, yo me encontraba en su camino, así que pasó sobre mí y logro estremecerme. Algo normal, considerando que la entrada del invierno es un asunto inminente. De pronto, llegaron esos presentimientos que odio. Desde muy pequeño he sido muy sensitivo, no puedo decir que veo cosas malévolas o que Dios me dio un don único que me hace especial. No. Solo, siento un poco más que otras personas, solo percibo pequeños cambios en el ambiente, tan sutiles que la mayor parte del mundo vive tranquilo porque ignora su existencia, propio de la evolución humana, los sentidos ya no son lo que eran en antaño, para nuestros ancestros. El presentimiento me indico que alguien avanzaba con calma desde la cocina hacia mi dirección. Sentí un escalofrío. Procuré no hacer caso y caminar, llegue a la escalera. Por desgracia mis padres tienen un gusto muy exótico por la decoración y tuvieron la brillante idea de colocar un espejo justo en el primer descanso de la escalera, mismo que ves desde que estas comenzando a subir. Así que mire la realidad que nos muestra el reflejo, y, como sospeché, un ente estaba detrás de mío. Es complicado describirlo la forma más precisa es que algo muy oscuro estaba detrás mío. Pero determinar la oscuridad en medio de la oscuridad es un asunto muy complejo. Así que digamos que era una especie de sombra. Una sombra cuya oscuridad era más densa y marcada que la penumbra reinante en la casa esa noche de finales de noviembre. Temí, en realidad puse cara de tener todo controlado, o al menos eso creo que hago cuando pasan esas cosas. Al mirar el reflejo no pude determinar con mayor detalle su forma o sus intenciones. Y, para ser honestos, me sabe mal sentirme perseguido, acosado. Cuando eso sucede suelo girarme y enfrentar lo que causa mi incomodidad; y de manera fluida, natural, lo hice. Giré lo más rápido posible y encaré a la sombra:

-¡Qué te sucede! ¡Deja de seguirme!

Y al mirar, no había nada.

La oscuridad tomo su densidad habitual, nada más oscuro que una pared en la cual apenas resalta con timidez un haz de luna. Me sentí extrañado. Pero no era algo nuevo para mí. En más de una ocasión esa hipersensibilidad con la que estoy dotado me había causado vaivenes emocionales aun más fuertes que ese. Gire a continuar con mi ascenso, restándole importancia al evento, cuando uno se acostumbra no es tan malo como parece, pensé. Al subir los tres escalones me vi parado frente al espejo y de pronto, algo salto desde él. Algo a lo que podría llamar energía me empujo violentamente. Trastabille un poco y sentí un mareo. Mire mi imagen en el espejo y la sombra que estaba tras de mi parecía sostenerme con un brazo a través del espejo. Intente sujetar su mano pero solo conseguí atravesarla, como si pasara los dedos por el humo desprendido de un cigarrillo. De pronto la sombra salió del espejo y me engulló. El mareo se propago y transformó en estremecimiento, en parálisis, en miedo. Grite con todas mis fuerzas:

-¡Cabrón, suéltame!

Del silencio broto una tímida y maliciosa risa. Que se perdió en la noche, tan rápido, tan súbito como todo el evento en si mismo. Me sentí liberado, pero no estaba seguro de afianzar un paso siquiera. Me recargue en la pared y miré de nuevo al espejo. Ya no había nada. Mi madre atravesó la puerta de su habitación y me preguntó:

-¿Estás bien?

Detrás de ella salió mi padre. Ambos me miraron con atención, sentía sus ojos, sus miradas exacerbadas sobre mí.

-Si estoy bien, no se preocupen.

-Es que gritaste muy fuerte, ¿de verdad estas bien?, ¿qué te pasó? – cuestiono de nuevo mi madre.

-Nada, nada paso. Solo me tropecé con el escalón. Perdón por despertarlos. No se apuren me voy a dormir.

-Bien, pues nos vemos en la mañana. – Añadió mi padre. Y camino de regreso a su plácido sueño.
Mi madre me acompañó a mi cuarto. Me recosté y me arropó.

-¿Seguro que estas bien? – preguntó de nuevo.

-Si madre, no hay bronca, solo me sobresalté por el golpe, no te apures. Ya ve a dormir. Mañana hablamos con calma – mentí.

-Bien, pues nos vemos mañana. Buenas noches – cerro el tema, mientras comenzaba a bajar las escaleras.

-Buenas noches, madre, te quiero.

-Y yo a ti.

La perdí de vista en un segundo. Solo los pasos de sus sandalias de plástico se escucharon los minutos siguientes y el ruido seco de la puerta de su cuarto al cerrarse, me indicaron que de nuevo estaba solo en la oscuridad de la noche.

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Dandome un break con un texto oscuro llamado: Y las sombras lo cubrieron todo. Veremos si en mi etapa rosa puedo escribir algo macabro!!! confio en que si... mi nueva re-evolución debe darme para eso, sino... mmm sera una buena prueba para medir los alcances de mi mismo.