sábado, noviembre 28, 2009

TORMENTA DE DESPEDIDA

La tarde era triste y mostraba en gran medida el sentimiento de los amantes. Él tomaba a su querida de la mano y avanzaba a paso firme hacia el lugar de su despedida. Ella sujetaba con firmeza a su amado, en sus ojos se asomaban dos lágrimas que se encaramaban con la fuerza de un guardia celta, en el rímel de los ojos de la chica. Los pasos lánguidos de ambos parecían llevarlos al suceso inalcanzable. Por fin se detuvieron, la brisa helada enfatizaba el desconsuelo que invadía el momento; una tarde gris con nubes que anunciaban la tormenta, el pastizal cedía ante la fuerza del viento y, como parte esencial del cuadro, un árbol que dejaba caer las flores y hojas propias de su naturaleza anunciando así el instante justo para la despedida.

Él soltó las valijas que llevaba en una mano y se puso frente a ella; ella aferró su mano con dulzura desmedida, deseando que el momento durara el mayor tiempo posible; él soltó su mano y sujetó su rostro con todo el amor que podía tener en aquel minuto. Ella cerró los ojos y disfruto de la caricia de su amado. Él metió la mano en su bolsillo y sacó un papel, la carta en la que depositaba todos sus sentimientos de aquel instante. Seguían sin decir palabra alguna.

Ella lo miró a los ojos, un grito ahogado pareció oprimirle el pecho. Para salir entre-abrió la boca; el se acercó y la besó. A pesar de la brevedad del momento ambos pensaron en la perpetuidad de aquellos segundos, aprovecharon para transmitir con sus labios todo lo que las palabras jamás terminarán de decir. Ella lo abrazó y el correspondió el gesto. Se separaron, el tomó de nuevo las maletas y avanzo unos pasos en dirección a la acera más próxima. Ella lo alcanzó y tomó su brazo, caminaron uno al lado del otro hasta cruzar el parque.

Se detuvieron, el estiró el brazo haciendo una señal a un taxi. El auto se detuvo. El chofer los miro extrañado, intuyendo por la expresión de sus rostros aquel acontecimiento; bajo del coche y tomó las maletas, sin decir una palabra, sabiendo que era un mal momento para ello. Las comenzó a subir al portaequipaje de su vehículo. Ella se puso frente a el, intento besarlo; el giró su cabeza y recibió el beso en una mejilla. La expresión de incredulidad de ella provoco un sentimiento aun más ácido en el ambiente. Él la cogió por las mejillas y la beso en la frente. – Ahora si me voy… ¡Gracias por todo! – Susurró él. -¡No! Gracias a ti, gracias por todo… y perdona.- Musitó ella. El giró no dio espacio a replicas y avanzó hacia el taxi, abrió la portezuela y entro en el asiento trasero. El chofer estaba entrando al auto. Ella se apresuro y tomo un sobre que llevaba bajo el abrigo, lo saco y se acerco a la ventanilla donde estaba el. – Toma esto es para ti – le dijo en tono apurado. –Gracias no es necesario – contestó él. – No discutamos, solo necesito que lo tomes, ¡Te amo! – agregó ella súbitamente. – Yo también, el amor nunca estuvo en entredicho. Ahora si adiós –contestó él, y cerro la ventanilla.

El chofer subió al auto y le pregunto su destino a él. El auto comenzó su marcha.

Ella se quedó parada en el sitio de la despedida. Su rostro reflejaba angustia y dolor, pero dicha nostalgia jamás tuvo espacio para la expresión, dio media vuelta y avanzo por el mismo camino de donde provenían.

Él cerró los ojos en el auto, una lágrima se le escapo de los ojos, tomó la carta entre sus dedos…

Ella apresuro el paso debido a que la tormenta se acercaba, comenzaron a caer unas gotas. Eran las lágrimas que por fin perdieron sus fuerzas y chocaron con una flor de aquel viejo árbol, Metió la mano en su bolso y palpó la carta…

El chofer miro el reflejo de él en el espejo retrovisor, convencido de lo impropio que seria pronuncia cualquier comentario, solo dio un profundo suspiro y continuó con su trabajo…