jueves, julio 17, 2008

Novela-- "historias verdaderas de realidades irreales"--

Capitulo 1:

Estancia en el hospital

Una luz tintineaba al fondo del pasillo, la clínica estaba envuelta en un sonido embriagador – No puedo asegurar si realmente oía algo o solo lo imaginaba. La incontable cantidad de miligramos de no se cuantas pastillas y líquidos conectados a mi cuerpo a través de sondas me hacía dudar de todo lo que pasaba. Mi andar por ese pasillo era tambaleante, sentía los golpes que me propinaban las paredes al chocar con ellas y golpear mis costados, mientras caminaba rumbo al punto rojo al final del pasillo, llegué a él, el centelleo de la lámpara descompuesta era azorador –Parece que adormece cada vez más mi ya lánguido cuerpo con solo estar parado en este lugar- me dije -Maldito botón de que te sirve el color si no brillas – le grite estúpidamente al botón. Mi presión frenética sobre el trozo plástico y redondo montado en la pared era realmente inútil, comencé a gritar - ¡Enfermera! ¡Enfermera! El beep ensordecedor parece no desistir, no se si lo escucho o solo alucino que esta allí dentro de mis oídos magullándolos cada vez más. Estoy paralizado por el sonido, parece que la tierra se mueve un tanto más, tapo con mis palmas mis oídos tratando de callar el nefasto beep, esta destrozando mis oídos - ¡Ahh!, grito mientras voy cayendo al piso, el movimiento del suelo y el ruido me hacen azotar. Caigo al piso y toco con mis rodillas mi cabeza al flexionarme, un halito calido atraviesa los poros descubiertos de mi piel, los cuales son muchos considerando lo poco que me cubre esta bata de hospital. Abro los ojos y me estiro un poco ya que el ruido parece ceder, miro hacia la puerta de la que salí que ahora queda a unos metros de mis pies, súbitamente la puerta de la habitación donde me encontraba es arrojada contra la pared opuesta del pasillo, una ráfaga de fuego parece empujarla y solo deja su rastro cenizo en la pared antes blanca – Ahora entiendo lo lloroso de mis ojos, lo rasposo del aire y la comezón en mi piel. Me digo en pensamientos. Poco a poco la onda de calor se acerca a mi cuerpo, la reacción de supervivencia que por instinto tenemos los seres humanos me lleva a realizar un giro sobre mi costado y entrar en una cavidad apenas protegida por un pequeño muro y una camilla sobre mi. La ola de aire hirviendo atraviesa el pasillo, mis pestañas y algunos vellos descubiertos son calcinados por el viento que ha avanzado sin la mas mínima conciencia de mi presencia. Me levanto, aun aturdido y camino con ese paso lento propio de las personas en recuperación hacia la salida de la sección donde me encontraba, la adrenalina en mi sistema comienza su batalla frenética con los analgésicos suministrados a mi torrente sanguíneo y siento como la fuerza regresa de a poco a mi sistema, comienzo a apretar el paso. El molesto ¡Beep! sigue en mis oídos y su viaje diametral me produce jaqueca; por fin llego al final del casi eterno pasillo, la luz tintineante a quedado atrás, suplicando misericordia, implorando no morir. Empujo la buscando la salida, la libertad; y como si cruzara a otra dimensión el ¡Beep! el castrante ¡Beep! desaparece, escucho la puerta azotarse. -¡Por fin escucho! Grito a los cuatro vientos, y preferiría no haberlo hecho, un sonido triste, un ruido desolador llega por mis orejas a mi cerebro, el crujido de metales en colisión, de llamas ardiendo en rededor, de cuerdas vocales desgarradas tras días, horas o minutos de intensos gritos. Llego a la recepción, mi paso aletargado a cambiado por un andar más firme, más rápido; veo entre mis achicharradas pestañas un vaso de agua, o eso parece lo cenizo del contenido hace imposible describir de que sustancia se trata, pero es mejor que nada, arrojo el líquido a mi rostro y froto mis ojos, veo con una mejor claridad, y como si el dejabú prosiguiera de mis oídos, desearía no haber visto, el fuego, la destrucción en todas partes, cuerpos calcinados o aplastados y los escombros de un edificio arrojados en todas direcciones. La desesperación y el miedo comienzan a rebasar mis umbrales de tolerancia, un grito se ahoga en mi garganta tiznada, doy un trago a mi escasa saliva, arrojo la mucosa de mis fosas nasales y el hedor de la muerte entra a mis pulmones, carne quemada y sustancias volátiles alcanzo a distinguir en lo profundo de mis entrañas. un pedazo de metal, una viga cae a mi lado, mi asombro es abatido y el pánico ocupa su lugar, comienzo una carrera hilarante por la sala con rumbo a la salida, tomo la puerta y justo en el instante de empujarla escucho una explosión, la onda expansiva me arroja a través del cristal de la salida, golpeo el concreto e intento incorporarme cual gimnasta tras cometer un error en la salida, di dos pasos y un ardor insolente achacó mi espalda, miles de luces rojas y azules me cegan de nuevo, escucho por un altavoz un dialecto que no comprendo, comienzo a caminar aliviado y de pronto el crujir del metal, el romper del concreto y lamentos de terror son los sonidos que reinan en el ambiente, el edificio comienza con su colapso, corro pero las ruinas parecen saltar como guardias celtas impidiendo mi paso, todas las direcciones se bloquean, un golpe apabullante rompe mi pierna derecha, no puedo ver más que oscuridad, el dolor impera dentro de mis sensaciones y solo atino a implorar que la luz me ilumine y que la luz abrace a mi familia, aunque sé que a partir de ahora ese resplandor será solo un sueño, sueño al que jamás he de volver.

No hay comentarios.: